miércoles, febrero 13, 2008

2013

Lunes:

Como era costumbre y a pesar del riesgo…

*A través de la fortaleza del sistema logro inmiscuirse un mensaje*

Espere en la base de la ruta 34… intentando mantenerme en el margen del anonimato… Sin parecer demasiado sospechoso -cosa complicada en estos momentos- leyendo un periódico y viendo de reojo “escrupulosamente… minuciosamente” de vez en vez…

Hasta que llego el transporte que esperaba… unas placas que sumaran un múltiplo de 3 y cuya ultima cifra fuera par. Llego un ejemplo perfecto de lo que la sociedad llama po-bre-za y el gobierno llama pros-pe-ri-dad.

Aborde el colectivo y pague al chofer lo necesario para llegar hasta el fin de su trayecto (aunque dadas las circunstancias de mi viaje podría ser mas corto).Tome asiento en un lugar para dos… ocupando el lugar que conjunto al pasillo… abrí nuevamente mi periódico con cara de pocos amigos (de alguna manera intentado que nadie se sentara a mi lado y poder respirar mejor y estirar las piernas a mis anchas).

Avanzo el transporte por su tortuoso sendero, leí torpemente entre las inútiles noticias y divagando distraídamente de vez en cuando para “confirmar” el rumbo… mientras gente subía y bajaba; el espacio vacio se saturaba… Yo fingiendo mostrar interés en este diario gris.

Llego algo que deleito mis sentidos: una voluptuosa mujer irresistiblemente atractiva… sin pensarlo dos veces me recorrí al lugar de la ventanilla… cediéndole el lugar a la dama que con una sonrisa esquiva acepto el asiento…

En la parada del mercado,
el éxtasis visual fue interrumpido:

[al ritmo de unos cláxones desesperados por la manera tan abrupta de bloquear la calle del transporte]

Lentamente abordaba un hombre ¿Dinosaurio? de 70 años aproximadamente (ojala pudiera aspirar a la mitad de su vida), sobreviviente a las inclementes torturas del sistema…

Mecánicamente mis ojos se perdieron en el periódico, aunque no tardaron en perder interés y regresar al escote del vestido rojo que dejaba entrever unos senos perfectos. Intermitentemente veía el trayecto y prolongando mis visitas a el cuerpo de la dama contigua…

Llegando el metro Copilco…

«Una voz en susurro me saco de mi trance hipnótico»

La chica miro de reojo… aproveche para ver de frente sus hermosos labios mientras sabia que no podría quitar la mirada de enfrente y voltear a ver a mi interlocutor… Dije:

“Ansiaba este momento…”

(La chica con cara perturbada me dirigió la mirada fijamente)

La vos de atrás dijo:

No se cuanto tiempo dispongamos intentare ser breve y objetivo.

(La chica comprendió la situación y regreso a su mundo perfecto)

Acaban de asesinar a Díaz -ya cada vez quedamos menos- Habrá una junta en una de las tantas pulquería del centro. Sucederá una casualidad indiscutible… esa será la clave, para el lugar… La hora será a las 7 del próximo día. Ahí se asignará al próximo líder…

Por ahora es todo lo que me esta permitido decirle… aquí es mi bajada. Para mas instrucciones mañana de esta misma manera en Tasqueña la ruta 87 llegue a las 4, Espere un múltiplo de 7 y que no termine en par… Hasta pronto.

[Otra vez se lleno de cláxones furiosos]

Mientras el anciano bajaba lentamente en “El Cristo”. En un gasto de gasolina innecesario nuestro trasporte se proyecto en el tiempo (como si lo pudiera recuperar) y siguió con su camino…

Unas cuadras mas adelante bajo la chica del vestido rojo…

Así que mientras llegará a la parada vi palabras en mi periódico como si nada…


Martes:

Después de varias horas subí al camión, con el mismo procedimiento… Pague el pasaje necesario hasta la base y me puse a leer el periódico…

Atravesé el trafico… empecé a preocuparme de no haber tomado el camión correcto, pero no…

*hice nuevamente las cuentas*

Pensé en las probabilidades de errar… Luego intente encontrar las probabilidades de que el viejo no subiera al camión…

El calor y el trafico cautelosamente me alejaron de mis preocupaciones y caí dormido… solo para ser despertado por el conductor llegando al termino el trayecto…

Regrese a casa meditando la situación y odiándome en cierta parte por quedarme dormido… y todos los hubieras posibles…



c o n t i n u a r a...


martes, febrero 13, 2007

Jazz

I

Esta noche es absurda, yo aquí sentada, olvidada en una mesa para dos, bebiendo vino lentamente al compás del invierno, dejando la huella de mis labios en una copa y no en otros labios.



Lejos…
...esos labios que de seguro besan otros labios.



Aquí… cruzo lentamente las piernas, quito el cabello de mi ojos y con la vista acaricio la penumbra y no tan lejos una que otra silueta entre humo de cigarro y mis recuerdos.



[Antes el no era así, no me olvidaba ni me abandonaba.
No se por que… pero lo espero.]



Le sonrió al mesero y le guiño el ojo {ese gesto con el cual la mal interpretación implica un mejor servicio} se acerca y le pido otra copa mas… Distraídamente olvido por momentos que un par de ojos husmean mi soledad.



La concurrencia llenando el vació del lugar solo puede significar que los músicos no tardaran en aparecer… Otra agrupación mas {una noche mas que no llegaras} intento convencerme de deducir que es mejor deleitar mis sentidos con el azar del tiempo y espacio (y no con metafísicas inútiles).



Afortunadamente mi olvido llega transportado en una charola: Un vino tinto… y una sonrisa tonta del mesero. Un “Gracias” de despedida al mesero y un “Buenas noches” a mi alivio. Lejanamente como ausente, se empieza a escuchar el afinar de los instrumentos…



Le doy la espalda al escenario por ahora, pero por el estruendo amorfico tan suculento… hoy se me espera una noche larga…



[El afinar de los instrumentos es analógicamente
(auditivamente hablando)
a la primer mirada, a la primera caricia, a el primer beso entre dos amantes…
{Casi seguro puedes intuir-fantasear-sentir como será ese erotismo}
…ese orgasmo]




Volteo sigilosamente ante la imponente mirada que siento acariciando el escote en mi espalda…



*Violentamente* Surgiendo de improvisto empieza la primera melodía… como una ola que nos traga… en aquella sobre-confianza que luego se le llega a tener al mar y después de esa sacudida sonreímos irónicamente.



¿A quien pertenecerá esa mirada?



Dejándome guiar por la sincopa sigilosamente cambio la dirección de mis hombros y caderas….
[Admiro sorprendida con mirada nueva a ese escenario que tanto han visto estos ojos antes,
tantas historias que podríamos recordar]



Alegre de que por fin algo me destierre de los pensamientos y capte la atención de mis sentidos. Indudablemente la mirada proviene del ser que acribilla al contrabajo sacándole esas cadenciosa y destajada armonía, veo sus ojos negros (los mas obscuros que he visto), negros como la nada… y esas pestañas que se esconden detrás de ese pelo negro obsidiana, esa maraña desenfrenada que se convulsiona tan arrítmicamente, que contrariamente al movimiento le proporciona textura a su sonido.



II



Música que me habla en un dialecto primitivo (aun después de un rato de incertidumbre). No hay duda… A cada movimiento mió hay una contestación. Sonrió, es inevitable esto cada vez parece mas una loca fantasía…



En la agonía del claro oscuro melódico, nuestras miradas se cruzan, por extraño que parezca me ruborizo [aunque por un momento me sorprendo e intento convencerme de que no es cierto], oculto mi ojos dirigiéndolos hacia el saxofonista que se contorsiona al precipitarse a un solo. {Por dios hace siglos que no quitaba la mirada} mas ahora siento su ojos como la noche… surcando mis piernas, recorriendo mi vientre, vigilando mi pecho… como revancha regreso la vista justo cuando se que su mirada pasa sobre mi cuello [mientras escucho como me cuenta historias de hadas] nuevamente se encuentran nuestros ojos… me quiña un ojo mientras su pelo vuelve a devorar su cara… fluidamente la música muere, en una de las mejores canciones que he escuchado interpretarse. Aplaudo, acto seguido tomo mi copa y hago el gesto con mi copa como brindando desde lejos.



Así pasa el tiempo lentamente, como si fuera una velada en cada canción:
Un ligue, una segunda cita, una fiesta, una cena, una ida al cine, un viaje en tren, un café a la luz de la luna, un vino junto al balcón, un… etc.



El en el escenario…
yo sentada junto a mi mesa….
Sin que nadie mas lo sepa, nos devoramos….



Cada vez se manifiesta eso que la gente burdamente llamamos amor a primera vista, con ello sus consecuencias; esa sensación de arañas de fuego en la piel con sus flamas que embriagan y la sensación trepa aceleradamente por mi cuerpo [afortunadamente] los ritmos seguirán… ya que cada vez nos entendemos mejor:



El y yo en una playa desierta con cielo rojo…
Ahí donde desaparece la delgada línea entre el cielo y el mar…




En otra parte pero en el mismo lugar:

La batería y el sax, bajan de intensidad, se pierden en el silencio y un hilo de luz naranja ilumina al contrabajista, por fin a solas… entre tanta gente… desde lejos me susurras al oído… lo deseo tanto que acaricio la copa con los dedos, me percato de ello y aprovechando tomo un trago. No hay mas que decir, ahora solo me dejare ir… Las horas harán lo suyo… pediré la cuenta sabiendo que en cuanto acabe yo iré al balcón que da a la ciudad y el llegara…





III



Veo la inmensidad de luces como un cielo estrellado invertido… un reflejo, y el cielo negro como sus ojos… alguien me llama:



Lucia



Volteo y acomodo mi cabello para recibir una copa llena de un vino suculentamente rojo (como mi sangre), cuando menos me doy cuenta recibo su beso en la nuca… Se aleja lentamente y su fragancia es tan intensa que casi se le puede ver (como humo) y nos reconocemos mejor aun… Sin palabras. Nuestras miradas reposan recíprocamente -mutuamente, mientras el tiempo se olvida y con ello el licor que cada vez se acaba mas…



Se acerca a mi oreja y en secreto:

¿Viajaras conmigo en la noche?



Sin esperar respuesta me toma de la mano y me saca cautelosamente del lugar, mientras floto hacia la salida y su mano sigilosamente se reposa en mi cintura… Afuera, me coloca su saco en mis hombros y puedo sentir su respirar… Aspirando mi esencia.

Me conduce a su auto… y en menos de lo que me puedo dar cuenta atravesamos la noche y la brújula… con destino a no importa donde.



Silencio…



Se detiene el auto… Entramos a un edifico antiguo y luego de cruzar el jardín…para al fin llegar a su puerta (yo Alicia en el país de las maravillas), husmeando mientras mis pasos cruzan la puerta y pupilas dilatadas. *Sorprendida* Admiro un minimalismo imposible, es descarado el grado de simplicidad que hasta parece una burla absurda que uno se sienta tan lleno entre tanto vació, a la vez tanto color que es imposible no quedarse anonada… todo esto mientras me quitan el abrigo… y siento su mano… sobre mi nuca… se que viene lo imaginable…



Sus labios rozan los míos, mientras lo tomo del cuello y acaricio su cara y quito lentamente ese cabello sedoso, admiro su cara afinada por el viento, tal cual estatua con la cual bailo al ritmo de las caricias nos van guiando a nuestro limbo… Suavemente sus manos se deslizan mi vestido fuera de este cuerpo siempre desnudo.





Inevitablemente ya no demora el instante en que este dentro de mi… lo sabe por como lo miro, mientras disfruto el fuego de su piel sobre la mía, tan surreal que parece todo tan a su tiempo… una capa fina de sudor que nos une y mi cuerpo no debe ceder mas…

Me entrego y puedo sentir perfectamente la textura de su piel y la pasión desbocada hasta el grado de la locura… Irracionalmente en ese frenesí, inmersos en ese vaivén, cautivados en ese éxtasis que cada vez gozo mas…

La presión se va extendiendo, prolongando , magnificando cada parte de mi apretándose, poco a poco las contracciones dan de si, en un parpadeo sabiendo que es irremediable, mis piernas ceden mas… lo admiro sobre mi… con ese brillo en los ojos, esa luz que despide desde ese abismo que encierran sus ojos (como mirar la noche en el reflejo de un pozo). Ese sudor sobre esa piel que me posee y mi corazón no puede contenerse mas, acercándoos-ε lo mas posible a la muerte…



Entre gemidos y gritos puedo sentir como explota todo mi cuerpo del centro a las extremidades, veo por un momento mas claro que nunca y no quiero que esto acabe…



*Esto no me puede estar pasando a mi*



Cada vez un orgasmo mas intenso, cada vez los latidos mas exaltados, soy un ente sensible hasta el mas mínimo de todo los vellos, de todos los respiros, todos los lati2, siento el fluir del viento en mi pecho, puedo sentir la textura de su cama el olor de nuestra unión todo intensificado al grado de lo impensable, su mordida en mi cuello me regresa por un momento (analógicamente; tomar aire después de estar bajo el agua) ya sabemos que es lo que nos espera… Un remolino alrededor de nosotros que nos abriga (Se lo ingenua que fui al cree que :esto: no podría estar mejor).

Así al unísono nuestras orgasmos se juntan, se colapsan… se multiplican. Euforia transitando todo mi cuerpo… Todo esta erizado y puedo sentir su explosión dentro de mi en un espasmo que se prolonga hasta el infinito, deja de ser efímero… y me veo en esos ojos….



La realidad se colapsa, al igual que mi corazón (debería dar mas de si), pero no puedo evitarlo… percatándome en mi ultimo grito… un ultimo respiro…

Ahora se por que lo reconozco…



*un ultimo latido*



...mi muerte una espiral de oscuridad nos funde en uno…



Esto si es morir…



*orgasmo*



Sonrió….

domingo, enero 21, 2007

Cuba Quince.




Cansado y vencido retorno a éste lecho vacío, que antaño se regocijó de tu vida. El ruido de mis agotados pasos retumba como eco infernal en esta habitación que ahora me resulta tan hueca, sin tu calor, sin tu palabra, se acabó.

Sí, es ella, le dije al forence, luego quedé un poco atonito ante el macabro espectaculo, mi vida sin vida. ¿Cómo es que sucedió? ¿Cómo es que te fuiste sin un adios, sin un te quiero, sin un fatal te espero? El médico habituado tanto a su bata como a esta clase de preguntas retóricas solo me brindó su silencio, al igual que tú.

Justo en el cuadro central de esta copiosa ciudad, yacías pálida y maltrecha sobre la gélida plancha de metal, en los adentros de un sotano muerto, porque las cosas se contagian de su entorno, tomé tu mano con el anhelo de compartir tu frío, para que así te calara menos.

Mi pulso vital se volvió una línea recta, una infinita nada, un inerte espacio sideral me colmó de horror y angustia, en mi seno se engendró aquello tremebundo que sólo explica la palabra: inexplicable.

El miedo no emana de tu cuerpo putrefacto, él viene allá enfrente, en los días por venir llenos de tormentosos recuerdos, de inplacables deseos, de retorcidas nostalgias que carcomerán mis huesos, de lagrimas vanas que harán surco en mis mejillas, estando bajo el yugo inevitable de tu ausencia.

Tus labios resecos, tus ojos como dormitando, tu cuerpo endurecido, tu alma aún deslizandose en mi memoria, y en la imaginación Destino y Azar se carcajean socarronamente,

...lo que ella te dió,
ella te lo quitó,
nada era tuyo...


se burlan porque saben que todo lo que quise, que todo lo que amé, lo puse en ti, y contigo se irá, ni las cenizas quedarán en este limbo en el que me sumergido.

Será llevada al crematorio mañana por la mañana, comentó el forence en tanto te cubría de nuevo con la sabana blanca, me limité a contestar, que arda, que se inflame por ultima vez cada rincón de mi vida, que éste final sea poesia danzante entre las llamas, fuego inacabable como siempre lo fue.




viernes, diciembre 15, 2006

Sans Nom

Sans Nom



-¡Quiero la verdad!
-No maté a nadie.
-¡Te dije que quiero la verdad! Ambos sabemos que alguien murió, tu lo asesinaste.
-Le repito que no maté a nadie. Matar a alguien hubiera sido asesinar a mi madre, hubiera sido degollar a mi padre, matar a mis hermanos, o a mis amigos, o incluso a cualquier conocido, como aquella señorita del expendio de café que siempre olvida mi nombre, o al gato de la vecina que tanto odio.
-¡Maldita sea! ¿Cómo explicas entonces los sesenta cartuchos percutidos sobre aquel infeliz?
-Sabes que frecuentemente gozo imaginando como destazo a ese odioso gato, como mis manos se llana de su cálida sangre, imagino que retuerzo sus tripas cual si fueran de esos largos globos que usan los payasos. Sobre todo ese regocijo, lo que más me conmueve, lo que más me excita, es la extraña compasión que me provoca el figurarme tanto sufrimiento. Aquello de lo que me hablas ni por poco me pareció infeliz, fue sólo un algo fin y medio de mi deseo.
Es cierto que entré en la armería, como también lo es que nunca antes había estado allí, es sólo que el camino me acarreó hasta tal lugar. Tras el mostrador únicamente había cosas, y una de ellas amablemente me ofreció probara un de las armas, gustoso y lleno de curiosidad, acepté. Como un niño que al fin tiene entre sus manos el juguete tan largamente anhelado, probé el arma, fingiendo atacar una patria desconocida, y por ende enemiga. Fue tan fiel mi actuación que mi dedo presionó el gatillo. ¡Sorpresa! Un autentico disparo, el resto sólo fue diversión, mero juego solitario, que pronto acabó. Puesto que no soy ladrón, dejé el arma y me retiré, debo admitir que con cierta decepción a cuestas, como quien nota, luego de masturbarse, que el deseo es más vivo que la inmediata satisfacción.
-¡Qué demonios!
-Déjeme apuntar oficial, que tiene toda la razón, debe prohibir estos juegos, debo ser condenado por jugar tan mal.

lunes, octubre 02, 2006

Comida peligrosa.

Feminimosquicidio


...tsss tsss tsss...

[¡hambre!]

...tsss tsss tsss...

[¡hombre!]

¡Záp!

jueves, agosto 31, 2006

Oxidaré Occidente



-Bueno, ¿María?
-Sip, ¿Qué pasó?
-¿Quieres ir a caminar?- Luego de unas segundos de silencio continuó -¿Paso por ti en treinta minutos?
-Claro- Siempre me llama un centenar de veces antes de concertar una cita, ésta vez no, inevitablemente acepté.
Llegó, relativamente con puntualidad, en general suele ser un retardado, 30 minutos, 40 minutos, es el común de su retraso, sin contar el mental. Como fuese, la Secretaría de Vialidad no contó esto último, y un buen día le entregó un permiso para conducir. Subimos al auto; podía observarlo, manejando lentamente, y rumiado algo en su mente. Nos detuvimos a la orilla de la carretera.
-Vamos, acompáñame, necesito de tu ayuda.- Me dijo mientras baja del auto.
-¡Estás loco!- repelé, pese a saber que la locura es sólo privilegio de aquellos que cuando menos piensan con regularidad.
-Hace mucho que nos conocimos, pero la verdad es poco lo que hemos hablado- me decía mientras ascendíamos una ladera -simplemente hemos vivido algunos momentos juntos, momentos importantes, no lo niego, pero de escasas palabras. Resulta irónico que ésta vez haya decidido charlar, éste es también un momento importante. Hace tiempo que sé que no puedo ofrecer al mundo lo que reclama de mí. Hace tiempo, también, que resolví en no pagar nada a nadie, aunque me quedé pagándome a mí mismo. Al comienzo podía pagarme con soltura, luego tuve que empeñarme, pero de empeño en empeño, culminé en venderme. Ahora tengo un auto. Por cierto, ¿te gusta?
-¡... Mal...di...to...!- El sofocamiento debido a la escalada apenas si me permitió hablar. -¡Espera! Des... can... se... mos.
Íbamos como a medio camino cuando nos detuvimos, yo me hallaba tendida sobre una gran roca casi plana, mas su ligera curvatura la volvía muy cómoda, debería llamar a un hombre, de esos fortachones picapiedra, para que cortara este gran trozo, lo llevara hasta mi casa, y remplazara mi desgastada cama, de la cual, por cierto, se asoma uno que otro resorte, de esos que les da por picar las costillas y creerse los graciosos.
-Sabía que te encantaban esos autos cuando lo compré- grito desde la cima de un pequeño peñasco sobre el que se había trepado, según esto, para observar mejor el horizonte. -¿Ves la ciudad allá? Está atascada de autos como el mío, cientos, quizás miles, de esas chatarras, con cientos, seguramente miles, de pequeños ciudadanos torpes, que imaginan que se han ganado la vida de la manera más honrosa, que la vida pudo haberles tratado peor. Esas personas se arrodillan, de vez en cuando, a la orilla de sus camas, y agradecen al destino que les haya salvado de los sufrimientos corporales, pues le temen tanto al placer como al dolor.
-No es recomendable que traigas tu auto tan seguido a la costa- le advertí, después de todo apreciaba su coche -la brisa del mar oxidará pronto el interior, y entonces será inservible.
-Apresúrate, quiero ver el atardecer.
Por supuesto que él alcanzó a llegar antes, y menos sofocado. Me senté junto a él en la orilla del barranco, abajó las olas golpeaban las desafiantes rocas que, estúpidamente, hace mucho tiempo, decidieron enfrentar la Mar. El Sol apenas si besaba la Mar, él había optado por una mejor relación con ella, le daba cariño y calor, pues teme que algún día se decida la Mar a sofocarlo. Aquellas estúpidas rocas, en cambio, creen imposible que les sofoque, creen que su naturaleza ígnea está por completo terminada, que estúpidas son.
-La Mar cambia, (ni siquiera sé si eso de decir la Mar sea correcto). Sólo puede vencerla algo que cambie tan pronto como ella- suspiró -o bien, no queda más que unírsele, como a nuestro peor enemigo.
-¿Tienes un dulce?- le pregunté con la garganta reseca. Luego de retener la paleta en la boca un rato, la saqué para decir una de esas idioteces que el azúcar me provoca -sí todos los autos frecuentaran éstas costas, con prontitud se descompondrían, y así los pequeños jorobaditos de occidente, escaparían de su naufragio existencial. Quizás escalarían por éstas laderas, sin saberlo, verían la muerte del Sol, y a la Mar bañada de su última sangre, para luego vestirse de luto, y luego, como novia de la Luna. ¡Luego, luego todos se enderezarán, decididos de nuevo a no pagar a nadie, nada!
-Olvidas que también deben de dejar de generar deudas, que hay hombres que se dedican a seducirlos para comprarlos, que se dedican a venderles autos, a suplantarles vidas.- viendo hacía el fondo del barranco imploró -Resulta imposible luchar contra ésta marea queridas rocas, desistan, por favor, desistan, que su muerte es la mía.
Debimos llevar una lampara, si tan sólo me hubiera dicho a donde íbamos, yo misma la hubiese llevado, fue horrible bajar de aquel sitio a media luz, de cualquier forma agradezco no haberme caído. Un vez que llegamos a mi casa, nos despedimos afectuosamente, muy afectuosamente, ahora que lo recuerdo, casi como en los viejos tiempos, cuando fuimos más que amigos.
Aun recuerdo bien, que me dijo -Gracias, gracias por todo y por acompañarme hoy. Nunca puedo ir solo a un lugar nuevo, conoces algunas de éstas mis extrañas manías. Gracias María.- Se fue en ese envidiable auto que tenía.

Semanas después, un apuesto y trajeado hombre tocó a mi puerta, al abrirla noté que el auto de J... estaba estacionado justo en mi entrada. Ese elegante hombre, que aseguro ser abogado, me explicó brevemente como es que me había ganado el auto de J...
¡Ya, ya recuerdo! Me dijo algo sobre un trago, algo que se había tirado en las rocas, o algo por el estilo. ¡Que interesa! ¡Ahora tengo su fantástico automóvil!



lunes, agosto 21, 2006

Pelear, morir.


Escupió un asqueroso pedazo de alimento reciclado, justo antes de caminar hacía mí. Mientras caminaba miraba hacia todos lados, como revisando que nadie le vigilara los pasos. Se paró justo al lado mío, tan cerca que nuestros cosatados se rozaban ligeramente.
—¿Puedes olerlo?— susurraba, como temiendo también que alguien vigilara sus palabras —Los cambios que los Ancestros advirtieron ya están sucediendo, sabes bien qué es lo que pronto sucederá.
—Lo que siempre ha sucedido, huiremos, no nos queda más— le aseguré.
—¡Claro que queda más!— se sobresaltó, e intentó regrersar a la calma— lo sabes bien, los Ancestros nos mostraron las dos alternativas: huir o pelear.
Por supuesto, de los Ancestros, aprendimos aquello, pero también nos dijeron sabíamente que aun no había llegado el día en el cual comenzar la Revolución. El momento llegaría algún día, cuando los gigantes llegaran al absurdo en su camino a la locura, sería entonces cuando morderiamos su yugular y nos alimentariamos de su sangre tibia, pero nadie podía decir cuándo eso sucedería.
—Ha llegado el día, no podemos soportar más esto, es deplorable. ¡Miranos! Estamos olvidados en el último rincón del mundo, el rincón más solitario, el más pobre, el más sucío, el peor. Ahora es tiempo.
—¿Estás hablando de sublevación? ¿Cómo piensas hacer eso en tan precarias condiciones?
—Silencio, no hables de eso frente a ellas— señaló el rincón en el que descansaban, por ese día, las madres que cargaban el futuro de nuestra Tradición. —Hace tiempo, cuando fui a explorar territorios en busca de alimento, me topé con varias tribus como la nuestra viviendo en refugios precarios, siempre huyendo con miedo, sin más futuro que una vaga esperanza. Todas esas tribus, incluyendonos, esperan un caudillo, quien lidereé tan anhelada guerra, un mesias con aptitudes extraordinarias, justas para alcanzar la liberación. Pero, aquí entre nos, nunca existirá tal caudillo. Estamos abandonados a nuestras propias fuerzas, nadie llegará a salvarnos; sino salimos solos de éste pozo, no saldremos de ninguna otra manera. ¿Me etiendes?
Podía descifrar sus palabras, en general eso se llama entender, con todo, no podía asimilar lo que me decía, no entendía. Toda la Tradición, en cierta medida, se basa en la suposición de un día de libertad, y de un caudillo que luche hasta el final por ella. No es posible quitarse de la cabeza una creencia inculcada desde la cuna, incluso podía recordar a mi madre hablando del bello futuro en el que viviriamos cuando el lider no liberara. Comida a diestra y siniestra, luchando justamente con los competidores, sin esos malditos gigantes pisandonos los talones siempre, como en los primeros tiempos del mundo, un mundo de todos. La otra gran creencia fundadora, era la tradición misma, creemos, todos ustedes lo saben, que en el principio el mundo era de todos, hasta que lo gigantes aparecieron, no hay por qué abundar en este tema, sólo basta con decir, que a nosotros se nos encomendo vigilar sus pasos y acompañarlos hasta la tumba, castigo que se nos dio luego de nuestro propio intento de acaparar el mundo. Sólo aquellos que han vivido la más baja humillación , sólo ellos lograrán una revolución justa, pues recobrarán el mundo no sólo para sí mismos, sino para todos los oprimidos, no se cansaba de repetirme esto mi viejo maestro.
—Tenemos que luchar todos, todos por la misma causa, pero por separado. Nunca lograremos una unión más que aquí— golpeó su cabeza contra la mia.
—¿Que planeas hacer?— Verdaderamente, no entendía por qué me lo contaba a mí, yo que sólamente cuidaba de las feminas, y de algunos crios. ¿Qué podía hacer yo por su lucha?
—Te decía, en esos largos viajes por el alimento, fui convenciendo a los habitantes de los diversos refugios, al comienzo fue difícil, como ahora lo es para ti, pero, poco a poco, se dieron cuenta de la verdad que les profesaba. Estamos sólos, pero aun separados, podemos ganar una guerra si todos luchamos sin rendirnos. Hoy capturaremos a los asesinos que vienen a matarnos, mañana ellos huiran de nosotros, sus asesinos. Pero no podemos arriesgar todo de una vez, eso sería absurdo. ¿Comprendes?
Debí suponerlo desde el principio, él quería algo de mí, si no por qué contarme todo esto, me resolví a preguntarle —¿Qué quieres que haga?
—Nada— contestó reciamente —Nada más de lo que siempre haces.
Traté de contenerme y no expresar mi sorpresa, en aquel tiempo no comprendí bien que sí iba a hacer algo, y ese hacer nada me impactó. Ante mi sorpresa, agregó.
—Vete con ellas, con las madres de nuestros crios, acompañalas hasta la grieta más profunda y cuida de su descendencia, cuidalas como nunca antes, mantenlas resguardadas hasta que la guerra culmine, o cuando menos, ésta batalla. Esa es tu tarea, la misma tarea que siempre has ejecutado, que por lo mismo, sé que harás bien. Nosotros, nos quedaremos aquí, y cuando lleguen los gigantes, con sus gases, dispuestos a aniquilarnos como vil plaga, será entonces que comenzara la lucha.
Golpeó su cabeza contra la mia y se marchó. Era tiempo de partir, tiempo de volverme guía, de nuevo, en esta pergrinación constante, en éste huir desesperado que se ha vuelto nuestra propia existencia. Escapamos sigilosamente del lugar, una por una, y al final yo mismo. Siempre he admirado a las madres que con devoción cargan a su prole, y que aun bajo el más infame de los tormentos se niegan a soltarla, a entregarla inevitablemente a la muerte. Anduvimos pues hasta hallar esa vieja grieta esteril que en tantas ocaciones nos había salvado, y en la que igualmente, tantas veces estuvimos casi occisos. En breve nos acomodamos al fondo de la oscura grieta, aunque siendo casi ciegos, nuca nos ha importado mucho la iluminación. Todo acontecía como de costumbre, madres que descansaban, pequeños incautos jugetones, y las bolsas bien guardadas. Mas en mi pecho, la calma de la cual siempre he presumido, se había ausentado, llegando como remplazo la más subita de las emociones, una esperanza y un anhelo que tuve que reprimir frunciendo el ceño.
No tardé mucho en comenzar a desesperar, algo en mí se negaba a quedarse esperando en el extremo más tranquilo, a que la guerra sucediera, sin siquiera darme cuenta. Debía ir con los valientes soldados, luchar lado a lado, y ser parte constitutiva de la Revolución. No esperó demasiado mi furor revolucionario, pues el hambre rondó por el largo y ancho de la grieta, y como se dijo antes, en esa grieta no crece nada, había que salir a recolectar algo. Obvio, fui el primer candidato.
Salí de la grieta, y caminé de regreso al viejo refugio, debía buscar comida, pero tambien debía concer la guerra. Me acerque con más sigilo del común, pasito a pasito, entre corriendo, entre ocultandome, hasta que los puede ver.
Gigantes portando enormes replicas de nuestros ojos, como burlandose carnavalescamente de su pobre victima, pues no les bastaba el somentimiento fisico, sino que además nos ofendian en lo profundo de la Tradición. Habían llenado el valle de tanques y utensilios de mortifera naturaleza, estaban a punto de atacar, y de ser atacados.
Atento desde un rincón, aterrorizado por la idea de moverme a cualquier sitio, lo vi, en lo alto de una repisa, El Lider de la guerra, mi antiguo compañero de refugio, se levantó en cuatro patas, clamando guerra, aleteó tan fuertemente que provocó un agudo zumbido, llamando a todas las tropas. Un gigante, sorprendido por el sonido, volteó a verle, El Llider, se arrojó valientemente contra él. Miles más también lo hicieron desde todas las repisas, desde los muros, y desde todo pequeño rincón. Yo seguía paralizado, mi tarea, la descubrí en ese instante, consistiría en conservar ésta cronica para la Tradición. El lider cayó en la mascara del gigante, mordió y rasguño con todas sus fuerzas, como los otros miles hicieron, pero el gigante le aplastó sin piedad alguna sobre uno de sus falsos ojos, embarrando sus visceras, quebanrdo su esqueleto, destruyendo al cauidillo de la Revolución, aquel que nunca creyó en caudillos.
No duró mucho la batalla, los gigantes soltarón los gases, pero las valientes tropas continuaron el ataque. Supongo, que como cualquier amo a quien se le subleva un esclavo, los gigantes cayeron en panico, huyeron indecorosamente. Esa batalla se ganó, mas fue la única, todos eso valientes perecieron, ante el incombatible enemigo del gas, no hubo nadíe que continuara la lucha. y no lo habrá, ¿saben por qué?
Porque el caudillo ya ha venido a la tierra, y ya se ha ido, El Lider vino sólo para mostrarnos, por la via de su propio sacrificio, que la guerra no es modo para liberarnos.
—Luchar sólo acarrea muerte, ¿me oyerón bien jovencitos?— les decía mientras me limpiaba una antena. —Más vale entonces, que se dejen ya de sentir libertadores, y que mejor vayan en busca del sustento, y que dediquen su tiempo libre para aprender la Tradición.

miércoles, agosto 02, 2006

Tomando forma.


Escribiendo, ahora lo recuerdo, antes no existía, pero en cuanto se plasma, toma forma. Así sucedió también, habré fumado más de díez cigarrillos, el cuarto apestaba, la pestilencia del tabaco se había combinado con la humedad, que las constantes lluvias provocan. Tú me hablabas por el auricular desde hacía horas (me agrada sobremanera hablar contigo por el telefono, no lo niego, pero a veces no comprendo todo lo que me dices, ya conoces mi torpeza). Como fuese, el frío conspiró contra tu conversación. Apresuradamente colgué, quisiera haberte dicho más veces que te extrañaba, pues ahora aun te extraño, pero ya no podré verte.

Salí de la habitación, dejando la luz encendida y la puerta semiabierta, para que alumbrara mi camino hacia el baño. Miles de veces he caminado hasta las escaleras, abierto la puerta, e ingresado al baño, sorteando de vez en cuando los jugetes de mis sobrinos, sin ningún problema, incluso en los días de Luna Nueva. Sin embargo, antier, cuando estaba apunto de poner el pie sobre el primer escalón , volteé, por curiosidad, hacia el largo pasillo al lado de las escaleras. Entrevi, una pequeña bola roja que en su rodar arrojaba pequeños destellos, reflejos rojizos de luz de Luna, seguramente.

Me detuve, para confirmar mi teoria de que sería un pelota, de algún niño que jugando en la calle, sin quererlo, la había arrojado dentro de mi casa. Una vez más estuve equivocado, esa cosa no se movia por inercia, obviamente nadie más la empujaba (a menos que alguien quisiese jugarme una mala broma, y estuviera por ahí burlandose de mí, mientras jalaba esa cosa con un delgadísimo hilo, cosa que dudé, ya que todos los de aquí conocen lo gruñon que soy respecto a tales asuntos); no, esa cosa se movía por impulso propio, incluso me pareció verla cambiar de dirección al percatarse de mi vigilancia sobre ella. En efecto, se dirigía a mí, ni siquiera basilaba en su rodar, era una trayectoria bien medida la que recorría.

Impavido, pero repleto de curiosidad en mis adentros, me quede esperando nuestro encuentro, para observarle bien (quién sabe, incluso podría estar descubriendo una nueva especie, nunca me negé la posibilidad de ser biólogo). Me puse en cunclillas para observarla bien, justo al momento en que llegará hasta aquí, le analizaría mejor con la tenue luz que escapaba de la habitación. Apenas si media unos 25 centimetros diametro, una baba extraña recubría su rosada piel sobre la que se dibujaban cententares de pequeña y grandes venas rojas, latentes.

En mi vida he hecho miles de cosas estúpidas, pero en la mayoría de esas veces, de antemano sabía lo estúpidas que eran. No creí, en suma, estúpido tocar a esa bola, pero razón tiene el Sr al decir que nosostros sus hijos no sabemos lo que hacemos (pues aun me pregunto, en estos agonicos momentos, ¿Qué diablos hice?). Lo obvio, la toqué con la mano derecha. La viscosa sensación me obligó a retirar la mano de inmediato. Mi sorpresa sobrevino al percatarme que esa cosa se había pagado a mi mano. Cuando menos no hice la siguiente cosa estúpida que muchos seguramente habrían hecho, que hubiera sido intentar despegarla con la otra mano; con todo, no me salvé de la estupidez reinante en los momentos desconcertantes, y sólo se me ocurrió golpear esa cosa contra lo más alto del muro. ¡Santa estupidez! Esa cosa se adhirió tan fuertemente al muro como lo estaba con mi mano.

Hace un par de días, ya lo había olvidado cuando sucedió éste incidente, mi hermana, con quien comparto está casa, me había dicho algo sobre unas vacaciones, o algo sobre alimento de gato, nunca le presto demasiado atención, cada día más, (no sé si sea por mera soberbia, o por mero odio) me parece más imbécil. Así pues trato de charlar lo menos con ella, no vaya a suceder que en una de esas conversaciones le insulte tan gravemente que me corra de la casa, cosa que sería fatal, dado mi infortunado estado económico.

Apenas llevo dos días aquí pegado a Lola (he tenido tiempo incluso para ponerle un nombre). Durante un día entero traté de soltarme, fue cosa inútil, ni siquiera propinarle golpes le hizo desistir de su deseo por mí. Apenas si pude dormir unas horas colgado del brazo, al despertar Lola Bola, ya se había endurecido con mi mano dentro de ella. Sin embargo, aun se puede ver a través de la baba cristalizada cómo se alimenta de las venas que abrió en mi mano.

La gata ya ha venido a visitarme seguidamente, claro, en busca de que la alimente, éstas mascotas de hoy ya no saben cazar su propío alimento. La gata se ha ofendido tanto de mi aparente indiferencia, que en signo de protesta, mientras dormitaba, me ha orinado los zapatos. Mas vale que las vacaciones de mi hermana, y su familia, no se prolonguen demasiado, pudiera ser, en el peor de los casos, que la gata, que tanto adoran mis sobrinos, muera por inhanición, o más factiblemente, por deshidratación.