miércoles, agosto 02, 2006

Tomando forma.


Escribiendo, ahora lo recuerdo, antes no existía, pero en cuanto se plasma, toma forma. Así sucedió también, habré fumado más de díez cigarrillos, el cuarto apestaba, la pestilencia del tabaco se había combinado con la humedad, que las constantes lluvias provocan. Tú me hablabas por el auricular desde hacía horas (me agrada sobremanera hablar contigo por el telefono, no lo niego, pero a veces no comprendo todo lo que me dices, ya conoces mi torpeza). Como fuese, el frío conspiró contra tu conversación. Apresuradamente colgué, quisiera haberte dicho más veces que te extrañaba, pues ahora aun te extraño, pero ya no podré verte.

Salí de la habitación, dejando la luz encendida y la puerta semiabierta, para que alumbrara mi camino hacia el baño. Miles de veces he caminado hasta las escaleras, abierto la puerta, e ingresado al baño, sorteando de vez en cuando los jugetes de mis sobrinos, sin ningún problema, incluso en los días de Luna Nueva. Sin embargo, antier, cuando estaba apunto de poner el pie sobre el primer escalón , volteé, por curiosidad, hacia el largo pasillo al lado de las escaleras. Entrevi, una pequeña bola roja que en su rodar arrojaba pequeños destellos, reflejos rojizos de luz de Luna, seguramente.

Me detuve, para confirmar mi teoria de que sería un pelota, de algún niño que jugando en la calle, sin quererlo, la había arrojado dentro de mi casa. Una vez más estuve equivocado, esa cosa no se movia por inercia, obviamente nadie más la empujaba (a menos que alguien quisiese jugarme una mala broma, y estuviera por ahí burlandose de mí, mientras jalaba esa cosa con un delgadísimo hilo, cosa que dudé, ya que todos los de aquí conocen lo gruñon que soy respecto a tales asuntos); no, esa cosa se movía por impulso propio, incluso me pareció verla cambiar de dirección al percatarse de mi vigilancia sobre ella. En efecto, se dirigía a mí, ni siquiera basilaba en su rodar, era una trayectoria bien medida la que recorría.

Impavido, pero repleto de curiosidad en mis adentros, me quede esperando nuestro encuentro, para observarle bien (quién sabe, incluso podría estar descubriendo una nueva especie, nunca me negé la posibilidad de ser biólogo). Me puse en cunclillas para observarla bien, justo al momento en que llegará hasta aquí, le analizaría mejor con la tenue luz que escapaba de la habitación. Apenas si media unos 25 centimetros diametro, una baba extraña recubría su rosada piel sobre la que se dibujaban cententares de pequeña y grandes venas rojas, latentes.

En mi vida he hecho miles de cosas estúpidas, pero en la mayoría de esas veces, de antemano sabía lo estúpidas que eran. No creí, en suma, estúpido tocar a esa bola, pero razón tiene el Sr al decir que nosostros sus hijos no sabemos lo que hacemos (pues aun me pregunto, en estos agonicos momentos, ¿Qué diablos hice?). Lo obvio, la toqué con la mano derecha. La viscosa sensación me obligó a retirar la mano de inmediato. Mi sorpresa sobrevino al percatarme que esa cosa se había pagado a mi mano. Cuando menos no hice la siguiente cosa estúpida que muchos seguramente habrían hecho, que hubiera sido intentar despegarla con la otra mano; con todo, no me salvé de la estupidez reinante en los momentos desconcertantes, y sólo se me ocurrió golpear esa cosa contra lo más alto del muro. ¡Santa estupidez! Esa cosa se adhirió tan fuertemente al muro como lo estaba con mi mano.

Hace un par de días, ya lo había olvidado cuando sucedió éste incidente, mi hermana, con quien comparto está casa, me había dicho algo sobre unas vacaciones, o algo sobre alimento de gato, nunca le presto demasiado atención, cada día más, (no sé si sea por mera soberbia, o por mero odio) me parece más imbécil. Así pues trato de charlar lo menos con ella, no vaya a suceder que en una de esas conversaciones le insulte tan gravemente que me corra de la casa, cosa que sería fatal, dado mi infortunado estado económico.

Apenas llevo dos días aquí pegado a Lola (he tenido tiempo incluso para ponerle un nombre). Durante un día entero traté de soltarme, fue cosa inútil, ni siquiera propinarle golpes le hizo desistir de su deseo por mí. Apenas si pude dormir unas horas colgado del brazo, al despertar Lola Bola, ya se había endurecido con mi mano dentro de ella. Sin embargo, aun se puede ver a través de la baba cristalizada cómo se alimenta de las venas que abrió en mi mano.

La gata ya ha venido a visitarme seguidamente, claro, en busca de que la alimente, éstas mascotas de hoy ya no saben cazar su propío alimento. La gata se ha ofendido tanto de mi aparente indiferencia, que en signo de protesta, mientras dormitaba, me ha orinado los zapatos. Mas vale que las vacaciones de mi hermana, y su familia, no se prolonguen demasiado, pudiera ser, en el peor de los casos, que la gata, que tanto adoran mis sobrinos, muera por inhanición, o más factiblemente, por deshidratación.